GREMIO HERMANDAD DE NUESTRO SEÑOR DE LA COLUMNA "LA FLAGELACIÓN"

El paso de La Flagelación perteneció a la archicofradía de la Vera Cruz que desde el siglo XVI se guardaba en la ermita que la cofradía tenía en la calle La Doctrina. Su procesión partía el Jueves Santo por la tarde desde el convento de San Francisco.

Las tres grandes cofradías de la Vera Cruz, Quinta Angustia y Pasión derivarían por distintas circunstancias en la fundación a lo largo del siglo XIX de las actuales hermandades riosecanas, entre las que se encontraría la de La Flagelación cuya fundación data del año 1814.

La nueva hermandad continuaría procesionando el Jueves Santo aunque ya desde la iglesia de Santiago. El conjunto originario fue sustituido bien a finales del siglo XVIII, según García Chico, o ya a comienzos del XIX por otro, que es el que se conserva actualmente. El mismo investigador afirma en la Ciudad de los Almirantes, haber conocido “la figura primitiva que está arrumbada a la subida del coro del templo de Santiago” y añade sucintamente “es buena talla, a pesar de lo maltratada; se aprecian los tallos valientes de la gubia”.

Ninguna noticia más poseemos sobre aquel paso pues no conocemos alguna descripción que pudiera servirnos de base para reconstruirlo. Sin embargo, existe en el convento carmelita de San José de Medina de Rioseco un pequeño grupo del máximo interés, que viene a representar un paso procesional compuesto por Cristo atado a la Columna siguiendo el modelo de Gregorio Fernández, sujeto a la columna del tipo de Santa Práxedes en Roma, dos sayones que azotan y Pilatos, en la otra esquina del rectángulo que sirve de peana. Se ha fechado esta pieza en la segunda mitad del XVII y ya se ha planteado la posibilidad, bastante creíble, de que se trate de un pequeño boceto (las tres primera tallas miden 7 cms. y la figura de Pilatos 8 cms.) para la realización de un paso de idéntico tema o una reproducción a menor escala de otro ya existente.

Por eso la relacionamos con el desaparecido conjunto que procesionaba esta cofradía. A pesar de su tamaño, se evidencia el trabajo de un artista de cierta categoría, que imitará el conjunto que Fernández realizó para la Vera Cruz de Valladolid y del que se conserva, además de la imagen de Cristo, otra de un sayón con medio torso descubierto que recuerda al de Rioseco.

La talla de Cristo del conjunto de la Flagelación encierra algunas incógnitas aún por desvelar. En la última restauración se ha comprobado que la parte de la cabeza y cabellos poseen una capa de preparación, una primera capa de color y un primer repolicromado diferentes del resto del cuerpo. A pesar de este repolicromado, cabeza y cuerpo muestran las mismas capas pictóricas.

Ello se puede deber bien a que el cuerpo fue drásticamente modificado en algún momento, suprimiendo las primeras capas de pigmento o bien a que la cabeza sea una pieza reaprovechada de una escultura anterior. Como diremos más adelante, fue en 1875 cuando se colocaron los ojos de cristal y dientes de marfil. El paño de pureza es un postizo realizado en tela encolada. Ya que destacar la cuidada labor anatómica, la delicada cadencia del cuerpo, adoptando un línea serpentinata de tipo dieciochesco o la labor de la espalda, con aplicaciones de papel para las llagas, que dotan a la escultura de un realismo veraz y descarnado.

En la iglesia de Santiago, una vez trasladado el conjunto desde la Vera Cruz, las imágenes que componían el paso se exponían a la veneración en un altar lateral, dentro del primer arcosolio del lado de la Epístola. Allí, desde el XIX se celebraban las misas de difuntos y hay continuos pagos por su arreglo, como el de 1857, que incluía unas vidrieras o cristales para el altar.

Los libros de acuerdos y cuentas de la hermandad, que comienzan en 1814, relatan la evolución y las continuas restauraciones del conjunto. El 5 de abril de 1860, la “hermandad o gremio de Jesús de la Columna”, su título por entonces, acuerda que “mediante a que los gastos que de algún tiempo a esta parte lleban hechos en las reformas que se han creido oportunas en el santo paso han sido de alguna consideración y aquí en los sucesibo se han de continuar haciendo tambien desembolsos con igual objeto”, se fija la cuota de entrada en ochenta reales, además del cirio y túnica, “a que asciende el adelanto o escote de cada hermano en los años anteriores.”

El acuerdo anterior era de 1850 y afirma que se había acordado que cada hermano entregase un real semanalmente, cantidad que con el correr del tiempo debió ser importante, “para atender a mejor en lo posible el santo paso a fin de que tenga el mayor culto”.

Al año siguiente se realiza una cuenta de los gastos por tal concepto, entre los que destaca la compra de cuatro faroles (480 reales), su dorado, arreglar el Señor (100 reales) y otros como el tapetán, botones, cordones morados, túnicas o guantes (Estos faroles fueron sustituidos durante algunos años por cuatro candelabros de metal blanco donados por Ventura Asensio en 1928, si bien posteriormente se recuperaron los primitivos. Muy recientemente se han sustituido por otros en plata que copian el modelo antiguo). Hay que tener en cuenta ese intervalo de tiempo sin documentación que lleva de 1850 a 1860 en el que se realizarían gastos en el paso, pero no podemos precisar con claridad si se limitan a éstos que citamos, si bien todo parece indicarlo.

En 1862 la hermandad decide hermosear los remates y basa de la columna, de ahí que se traslade a Valladolid par formalizar el presupuesto con un platero innominado (Estas aplicaciones argénteas fueron donadas por el hermano Juan Fernández en 1863, como consta en la documentación y en la inscripción que llevan las piezas, aún conservadas. Hoy la cofradía posee dos columnas, ambas de madera jaspeada, la que hemos mencionado para procesionar y la otra para el tiempo en que el Cristo se colocaba en su retablo).

Más importante parece ser la reforma que se acuerda en 1875; se habla de una restauración total de la imagen de Cristo “dando la nueva encarnación o pintura, colocarle ojos de cristal y cuando sea necesario” pagando a escote cada hermano una peseta (se tiene constancia de la intervención en la imagen del Cristo en diferentes momentos: como la de 1950 (arreglo del brazo del Señor y pie del sayón) o, más reciente, la restauración realizada en el Centro de Restauración de Bienes Culturales de la Junta de Castilla y León ejecutada por Cristina Gómez).

A esta restauración integrar de la imagen titular siguió la de los dos judíos que lo azotan, en 1882. Uno de ellos se recupera y el otro, se deja en espera hasta que en 1885 se acuerda hacer un sayón de cartón piedra nuevo, restaurando el otro. El estado de ambos debía ser tan lamentable que la cofradía finalmente, decide hacer ambos sayones ex novo por un escultor desconocido, escotando cada cofrade a razón de una peseta (El sayón antiguo que estaba en mejores condiciones pasa a ser custodiado en casas particulares, habiendo desaparecido). Al año siguiente ya estaban concluidas las efigies y se pagan 1.619 reales y 80 céntimos por tal concepto y su transporte, además de otros menores como pintar la columna o los 105 reales que se pagaron a Francisco Moras por arreglar el altar.

Los sayones que se hacen en ese momento se han conservado. Son obras de cartón piedra y de “artística fealdad” según García Chico. Los soldados romanos azotan con largos pincha as Jesús, vestidos con faldones de cuero, coraza y tocados por un casco con penachos. En 1998 han sido sustituidos por otros realizados por el artista vallisoletano Mariano Nieto Pérez, con los que procesiona actualmente, reservándose los antiguos a su exposición en el Museo de Semana Santa.

Completa el conjunto hoy un bello tablero, sencillo y en su color, como todos los de la localidad, pero, dentro de la contención ornamental, destaca la talla de sus palotes, representando animales marinos, así como las Arma Chisti, mascarones en los ángulos y otros motivos. El tablero se realizó en 1092 y fue labrado por “algún artista de confianza”, concretamente por el vallisoletano Timoteo García, quien cobro 900 pesetas (En uno de los medallones con las instrumentos de la Pasión, localizado en un lateral esta fechado y firmado T. García 1902). Recientemente ha sido restaurado por los ebanistas riosecanos Juan Carlos Salán y Jesús Cano.

Al margen del conjunto escultórico, la hermandad ha tenido otro tipo de objetos a lo largo de su historia. Uno de los más representativos es la vara que porta el mayordomo en desfiles y actos de la cofradía. La anterior a la actual se conserva en el Museo de Semana Santa y fue, donada en 1883 por Leopoldo Castro, que, curiosamente, representa a Cristo atado a una columna baja.

Fuente: La Semana Santa en la Tierra de Campos Vallisoletana
Capitulo III: Medina de Rioseco y su Semana Santa urbana
Ramón Pérez de Castro y Virginia Asensio