08 Mar 2016

Cuando en la Semana Santa de 2016 las cofradías pongan el pie en las calles alumbrando los santos pasos, toda la Iglesia estará celebrando el Jubileo de la Misericordia. Convocado por el papa Francisco se inició el 8 de diciembre de 2015 (día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María) y finalizará el 20 de Noviembre de 2016 (Fiesta de Cristo Rey del Universo).

Si las manifestaciones públicas de la fe, de los pasos de Semana Santa, son una llamada a contemplar a Jesucristo que por amor a cada persona sufre y muere. Son por tanto manifestaciones del rostro misericordioso del Padre hacia todos y cada uno de los hijos “quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14, 9).

Los pasos van mostrando a cámara lenta no solo el sufrimiento de un inocente, que así es. Sino sobre todo: “mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos Hijos de Dios” (I Jn. 3, 1). Perder esta perspectiva es ocultar el sentido de las procesiones y por tanto desvirtuarlas.

Tenemos el peligro de perder el sentido de las cosas y quedarnos con la hojarasca que por muy bonita que nos parezca termina disolviéndose por la inconsistencia de las mismas. Una cabalgata de reyes si la desvinculamos del misterio de Jesucristo, Dios hecho hombre lo transformamos en unos carnavales y para carnavales ya están los originales.

La Semana Santa si la desvinculamos del misterio de la Misericordia de Dios Padre que, ante el hombre agobiado por el mal, el pecado y la muerte, nos redime por su amor. Si perdemos de vista que ese amor el Padre nos lo muestra en la forma más desgarrada: el desprecio, la burla,… y la muerte de su hijo. Si perdemos de vista que el sufrimiento de ese inocente no es casual, sino asumido voluntariamente por amor podemos llegar a convertir las procesiones de Semana Santa en una especie de Cabalgata Carnaval: “No sois vosotros los que me quitáis la vida soy yo quien la da  voluntariamente” (Jn 10, 18), “el Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 28).

Solamente podremos ofrecer unas procesiones auténticas en la medida en que los cofrades crezcan en el sentido que motivó a los primeros cofrades a fundar la cofradía y encomendar unos pasos.

Eso nos obliga a recuperar algunos aspectos perdidos en las cofradías como son los encuentros de oración y predicación:
triduos, quinarios, besapies, vísperas… En que se cuide la escucha de la Palabra de Dios y la meditación de los misterios de Jesucristo. Ya en algunas se va percibiendo ese despertar en actos cuidados, bellos y sencillos: colocación del santo sudario, triduos, misas de cofradías junto al paso… También hay que valorar el esfuerzo por buscar nuevas expresiones de las obras de misericordia: recogida de alimentos, donación de sangre, recolección económica para enfermos…

El futuro es esperanzador en la medida en que no nos dejemos vencer por el vaciamiento espiritual al que somos propensos en esta época. Atraídos por la belleza efímera, pero sin consistencia en la vida, caemos en un estilo de vida individualista, la “globalización de la indiferencia” que dice el Papa Francisco, o el aislamiento en juegos informáticos…

La Semana Santa es un tiempo muy propicio para vivir el Jubileo de la Misericordia, a condición que no nos conformemos
con repetir mecánicamente lo que se ha hecho. Este año el Jubileo nos da razones para reavivar nuestras tradiciones recreándolas con nuevas lecturas y nuevos encuentros en que la Palabra de Dios nos ilumine.

JUAN CARLOS FRAILE
Párroco de Santa María y Santiago