POEMAS DE LA SEMANA SANTA

DECIMOTERCER APÓSTOL de Ángel María de Pablos

Encontramos a ese hombre
con un cántaro de agua,
tal como Tu nos dijiste.

Y preparamos la Pascua
en aquella habitación
espaciosa y alfombrada,
como Tu lo habías dicho.

Cuando la hora fue llegada,
nos sentamos a la mesa
para escuchar tu palabra
y comimos en tu plato
y bebimos en tu jarra
porque no lo haríamos más
hasta el día de la estancia
en el reino de Dios Padre….

Tomaste lienzo y jofaina
y, ciñéndote la toga
al cíngulo de la saya,
nos perfumaste los pies
con tu divina fragancia.
Yo, como Pedro, no supe
el valor de aquella gracia:

- ¿Tu lavarme a mi los pies?...
- Es que, si no los lavara,
no tendrás parte conmigo…
- La cabeza y hasta el alma
me puedes bañar también
si después, cada pisada,
ha de seguir tu sendero
como sigue la mañana
detrás del amanecer…

Mi propio eco encontraba
el eco de Simón Pedro
en la misma resonancia.
Decimotercer apóstol,
yo estuve en aquella casa
recibiendo tu mandato.

- Esta es vuestra esperanza…
Que hagáis como Yo lo he hecho…

Pero te volví la espalda
y me olvidé de tu ejemplo…
No ofrecí mi palangana
a quien la necesitó
ni supe rendir mi espada
ni recibí al que Tu enviaste
ni derramé mis lágrimas
como Tu las derramaste…

 

- II –

Todo Tú eras turbación.
Todo tu rostro tristeza.

-Uno de vosotros, digo,
uno que come en mi mesa
será quien me ha de entregar…

Tu voz se quedó sin fuerza,
sin fuerza mi corazón,
turbadas todas las lenguas…

- ¿Seré yo, Señor, acaso?...

… Y turbadas las conciencias.
Juan te preguntó:

¿Quién es?

Y Tú, por toda respuesta
cuando yo te pregunté:

- Lo que tenga que ser, sea…

¿O quien preguntó fue Judas?...
Preguntaron las estrellas
también por Getsemaní,
detuvieron su carrera
los astros del firmamento,
los ríos de Galilea
se agotaron en su curso
y floreció la cosecha
de espinas, clavos y cruces…

- Lo que tenga que ser, sea…

Detrás de Judas salí
para cobrar las monedas
que por tu sangre inocente
anunciaron los profetas…

… ¿O me quedé junto a Ti
apoyando mi cabeza,
como Juan, en tu regazo,
ardiendo en la misma hoguera,
décimo tercer apóstol,
de tu amor y mi impaciencia?...

- III –

Entre tus manos, el pan
no era de trigo ni harina.
Entre tus manos, el pan
era de latido y vida,
de caridad y de amor,
era de sarmiento y brisa.

- Tomad y comed mi cuerpo…

Un vuelo de golondrinas
aleteó entre nosotros
y fue como una caricia
comer tu cuerpo y el pan.

Porque, Señor, te sentía
dentro, muy dentro de mí,
hablándome desde la miga,
cubriendo de sensaciones
mi esperanza sorprendida,
escondiéndote en mi pecho
para vivir la vigilia
y hablarle quedo, en voz baja,
a mi fe recién nacida.

- La sangre de la Alianza
es mi sangre que palpita
en el cáliz del martirio
y que será ofrecida
por muchos, en remisión
de los pecados…



La viña no dio jamás igual fruto,
ni tomé nunca bebida
con tal aroma y fragancia.

La vid se hizo semilla
de algún nuevo moscatel
y la cepa, florecida,
germinó en otros retoños.

Yo apuré la Eucaristía
hasta el fondo de la copa,
me emborraché de alegría
con la sangre de Tu sangre,
que todo lo purifica,
y pude morar en Ti
como en mi Tu ya vivías.

Fue, creo, como un milagro
pues en tu propia agonía
nació, de la misma muerte,
la promesa de mi vida.

- Que como Yo os he amado,
y más aún todavía,
os améis unos a otros…

Esta es la palabra antigua
del más nuevo Mandamiento.

- Mi vida por Ti daría…

Y te negué por tres veces
al aura del alba tibia
lo mismo que Simón Pedro.
Y otras tres te negaría
antes de cantar el gallo
mi miedo y mi cobardía,
décimo tercer apóstol…

Manantial del agua limpia,
cordero del mismo Dios
que los pecados nos quita,
fuente que apaga la sed,
océano sin orillas,
dame a beber de tu sangre,
dame tu pan sin harina,
dame a comer de tu carne,
dulcísima fantasía,
porque también de mi muerte
pueda nacer a otra vida…